Mañana en París - Pierre Bonnard - 1911 - óleo sobre lienzo Museo Estatal del Ermitage. San Petersburgo |
Esas pequeñas experiencias personales
son las que perduran a lo largo de los años.
Sin reclamar protagonismo
nos demuestran que son ellas
las que de verdad nos han moldeado:
· Aquella noche de insomnio
mientras la tormenta iluminaba la negrura
y el leve rugido de la lluvia
—como una suave canción de cuna—
nos dejaba caer en el sopor del dulce sueño.
· El día que viste dos veces amanecer,
separados por unas pocas horas
y miles de kilómetros de agua salada,
en dos continentes
y una misma lengua.
· El primer beso soñado.
La primera caricia.
El primer adiós definitivo.
La última lágrima sin motivo aparente...
· O ese caramelo en el escaparate,
inalcanzable
como la mañana en París
que tantas veces has imaginado vivir
y que nunca te atreves,
tal vez,
para que no se rompa la magia
y el sueño se convierta en pesadilla.
Pequeños regalos,
inofensivos en apariencia,
que hacen de un aburrido día
una especie de milagro:
la vida.
Mariluz GH
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