La Historia se difumina
y a cada paso que doy
rastros del ayer se asoman a mis ojos.
El Aragón, torrencial y generoso
riega y refresca sus calles con sus brumas matinales.
Millones de pies horadan las piedras de sus callejas
camino de besar al santo.
Y buscando su descanso, otros tantos peregrinos,
hasta sus puertas se acercan
como en los primeros años.
Aquella, 'la que nunca faltó' en batallas defensoras,
se impregna del alma marina
que hasta sus veranos traigo,
y rendido mi blasón a tan noble y leal villa
-por Sangüesa conocida-
le entregué mi corazón.
(MariluzGH)